COMUNIDADES PARTICIPANTES EN MIPEZ
El proyecto MiPEZ se enriquece con la participación activa de diversas comunidades indígenas de la región amazónica, cada una con su propia historia, cultura y tradición. Estas comunidades están unidas en su compromiso por la pesca sostenible y la conservación de los recursos acuáticos que son vitales para su subsistencia. A continuación, presentamos una visión general de las comunidades involucradas en el proceso MiPEZ.
El resguardo de Aguas Negras, situado a lo largo del río Caquetá, alberga a 116 personas agrupadas en 23 familias. La pesca, la caza y la agricultura en chagras son esenciales para su subsistencia. La pesca está integrada en sus prácticas culturales y es fundamental para el equilibrio ecológico del territorio. Los acuerdos internos prohíben el uso de veneno y limitan la pesca al consumo familiar, reflejando un compromiso con la protección y conservación de los recursos acuáticos para las generaciones futuras.
La comunidad de Coropoya, ubicada en un territorio protegido a nivel espiritual y cultural, cuenta con 89 miembros. Sus actividades económicas principales son la caza y la agricultura en chagras, con la pesca desempeñando un papel importante para la subsistencia. La comunidad ha establecido acuerdos para no usar veneno en las quebradas y lagunas, y para limitar el pescado a consumo familiar, evitando la comercialización para proteger el ecosistema acuático
La comunidad de El Quince, situada en el territorio indígena de Solano, Caquetá, se beneficia de importantes fuentes hídricas como el caño Manaye. Aunque el número exacto de personas no se detalla, el territorio colectivo es significativo. Las actividades económicas de la comunidad incluyen la pesca, la agricultura y la producción de artesanías. La pesca es fundamental para la alimentación y el comercio local. Los acuerdos internos en El Quince se enfocan en proteger las fuentes hídricas y promover prácticas de pesca tradicionales, asegurando la sostenibilidad y el conocimiento comunitario sobre las artes pesqueras.
En la Amazonía colombiana, la comunidad de Huitorá se destaca por su fuerte vínculo con el entorno natural. Con 83 habitantes, de los cuales solo 15 hablan la lengua madre, esta comunidad basa su alimentación en una variedad de especies de peces. La pesca no solo es crucial para la alimentación, sino que también se utiliza en la comercialización en menor medida. Huitorá se compromete a cuidar las fuentes hídricas y promover el uso de implementos tradicionales, reservando la pesca principalmente para el consumo familiar y solo vendiéndola en casos de urgencia.
Ismuina, ubicada en el municipio de Solano, Caquetá, es una comunidad establecida en 1985 con un territorio de 37 hectáreas. Con 248 miembros repartidos en 42 familias, la comunidad se dedica a la comercialización de pollos y huevos criollos, además de la piscicultura, aunque la pesca se realiza principalmente para el consumo propio. La pesca es vital para la diversidad alimentaria y tiene usos medicinales, lo que subraya la necesidad de conservar la diversidad de especies acuáticas. Ismuina ha acordado evitar el uso de barbasco, una sustancia nociva para los peces, para asegurar la sostenibilidad de sus recursos acuáticos.
El resguardo Jericó Consaya, situado en el departamento del Caquetá, es hogar de las comunidades Santa Cecilia, Jericó y Buena Vista, cubriendo un área de 8,450 hectáreas. Con una población combinada que supera los 400 habitantes, estas comunidades practican una mezcla de agricultura, pesca, caza y producción de artesanías. La pesca no solo es un medio crucial para la subsistencia, sino que también juega un papel importante en la cultura y tradiciones de la región. Los acuerdos internos en Jericó Consaya promueven la limpieza de caños, la conservación de la vegetación ribereña y la socialización del valor de la naturaleza, enfatizando la importancia de la pesca sostenible.
En el Resguardo Indígena de Teófila, ubicado en la Amazonía colombiana, habitan las comunidades Makaguaje y Koreguaje. El resguardo fue constituido en 2003 y abarca unas 2,000 hectáreas. La comunidad Koreguaje está compuesta por 66 personas, mientras que los Makaguaje suman 78 miembros. Los hombres de estas comunidades se dedican principalmente a la agricultura, la caza y la pesca, mientras que las mujeres están involucradas en la agricultura, el cuidado del hogar y la educación. La pesca es esencial para su subsistencia, pues los cuerpos de agua en su territorio, como la quebrada La Teófila, son cruciales para la alimentación, el transporte y diversas actividades diarias. Además, la comunidad sigue acuerdos internos que prohíben el uso de veneno para pescar y regulan el uso de atarraya, buscando recuperar las prácticas tradicionales de clasificación de peces.